Tengo la sensación de que todos los anuncios son el mismo, aunque no anuncien el mismo producto. Comprando el producto del que nos hacen publicidad nos prometen éxito. Y el éxito está muy valorado en nuestra sociedad, por lo que todo el mundo lo quiere. De esta forma la publicidad nos induce a comprar desmesuradamente bienes que, en muchos casos, no necesitábamos. Nos impone lo que tenemos que querer creando necesidades ficticias. Se aprovecha de la ambición natural del ser humano, que acaba confundiendo finalmente el “ser” con el “tener”. Algún día acabaremos “ciegos” de tantas cosas que nos “meten por los ojos”.
15.6.08
La felicidad
Estuve reflexionando sobre la felicidad. Es un bien que hace que el que lo posee ya no desee otra cosa y, en mi opinión, eso no pasa con ningún otro bien, por eso es tan especial. Lo mejor es que hay muchísimas maneras de ser feliz, como personas hay en el mundo, es decir, cada persona entiende por felicidad una cosa. Por ejemplo, para un monje la felicidad será estar en el monasterio, y la tranquilidad. Por eso no se puede obligar a las personas a ser felices de una determinada manera, simplemente decir cuál es la tuya e invitar a los demás a seguirla. La felicidad es por lo que realizamos las cosas y si vamos haciendo preguntas sobre el porqué de cada cosa en nuestra vida aparecerán una serie de preguntas encadenadas, y la respuesta de la última será: “para ser feliz”. Por ejemplo: tiene sentido preguntar “¿un coche? ¿para qué?”, “¿un edificio? ¿para qué?” Y, sin embargo, no tiene sentido preguntar: ¿felicidad? ¿para qué?
¿Dosis de realidad o gusto por la sangrecilla? .- Edgar Jiménez Triguero
Ayer, o anteayer, ojeaba el periódico "El País" en el metro, buscando la tira de Forges... en esto me encuentro a cuatro columnas una fotografía: la mano del cadáver de una niña, uñas moradas, apretando un bolígrafo en su último gesto antes de morir sepultada por los escombros de su colegio, en China, tras los terremotos.
En ese momento recordé el reportaje de Telemadrid que la semana pasada narraba cómo una anciana había muerto atropellada. En el último plano de este reportaje la cámara se cerraba sobre el cuerpo cubierto por una manta, justo en el momento en que el viento la levantaba y dejaba al descubierto un pie de la víctima. Recuerdo también el interminable desfile de imágenes de cadáveres flotando en inundaciones, cuerpos mutilados en Irak ...recuerdo incluso hace un par de años, cuando Antena 3 compró a un videoaficionado una grabación en la que un amigo suyo perdía la vida al hacer puenting con una cuerda demasiado larga. Muy orgullosos de su adquisición la pasaron 2 ó 3 veces al día durante una semana.
Me paro a pensar y no se qué decir: por un lado está el derecho a la información, la libertad de expresión, y sobre todo el que para mí debería ser el mayor reto de un periodista: mostrarnos a todos sin ningun tipo de filtro las consecuencias globales del sistema en el que estamos metidos.
Por el otro: ¿dónde terminan las nobles intenciones y los sagrados derechos, y dónde comienza el morbo y el sensacionalismo? ¿realmente es necesario llegar a ese punto?
En ese momento recordé el reportaje de Telemadrid que la semana pasada narraba cómo una anciana había muerto atropellada. En el último plano de este reportaje la cámara se cerraba sobre el cuerpo cubierto por una manta, justo en el momento en que el viento la levantaba y dejaba al descubierto un pie de la víctima. Recuerdo también el interminable desfile de imágenes de cadáveres flotando en inundaciones, cuerpos mutilados en Irak ...recuerdo incluso hace un par de años, cuando Antena 3 compró a un videoaficionado una grabación en la que un amigo suyo perdía la vida al hacer puenting con una cuerda demasiado larga. Muy orgullosos de su adquisición la pasaron 2 ó 3 veces al día durante una semana.
Me paro a pensar y no se qué decir: por un lado está el derecho a la información, la libertad de expresión, y sobre todo el que para mí debería ser el mayor reto de un periodista: mostrarnos a todos sin ningun tipo de filtro las consecuencias globales del sistema en el que estamos metidos.
Por el otro: ¿dónde terminan las nobles intenciones y los sagrados derechos, y dónde comienza el morbo y el sensacionalismo? ¿realmente es necesario llegar a ese punto?
Apuntes Unidad 9
Tema 9: el estudio psicológico del ser humano
1. El modo humano de conocer: el conocimiento.
1.1. Percepción e inteligencia
El conocimiento humano involucra el concurso simultáneo de dos facultades: (1) la percepción y (2) la inteligencia.
(1) En cuanto a la percepción, hemos de decir que es una capacidad activa y no meramente receptora. El individuo que percibe está ya interpretando de alguna manera lo que percibe, esto es, entiende lo percibido como siendo “algo”: como algo con una forma determinada, y no como una mera suma de elementos independientes. A este respecto, las leyes de la percepción enunciadas por la Escuela de la Forma (Gestalt, en alemán) pusieron de manifiesto que siempre que es posible se percibe una forma o figura, según las siguientes leyes (Ampliación: Anexo apartado 1.1).
A estas leyes debemos añadir las de forma y fondo, por la que percibimos siempre la figura sobre un fondo que queda en segundo plano, y, relacionado con esto, la del carácter selectivo de la percepción, por el que destacamos unos estímulos sobre otros en función de nuestros intereses o experiencias previas (Ampliación: Anexo apartado 1.2)
Pero además percibir es percibir algo (objeto) como algo (sentido). Lo que percibimos no es simplemente un conjunto de cualidades, sino un objeto que tiene algún sentido para nosotros: percibimos esto como un perro, lo de más allá como el llanto de un niño, etc. Es decir, percibir es interpretar, interpretación que depende de nuestra experiencia anterior y de los conceptos a través de los cuales “clasificamos” la realidad. Por ello puede decirse que en la percepción interviene también la inteligencia o entendimiento (Ampliación: Anexo apartado 1.3 y 2.1)
(2) La inteligencia podemos definirla como la capacidad de desvelar la estructura de la realidad a partir de los datos proporcionados por los sentidos e inventar de este modo una respuesta a la realidad; podemos considerarla desde dos vertientes diferentes pero interrelacionadas.
a. Dimensión práctica de la inteligencia
Por un lado, la inteligencia humana tiene una dimensión práctica de respuesta a y transformación de lo real. La inteligencia no trata de entender por entender, sino que el entendimiento es un instrumento para dar respuesta a la realidad. Forma parte del modo como los seres humanos (en tanto organismos biológicos con necesidades que generan a su vez deseos los cuales se transforman, mediante una valoración consciente en proyectos) damos respuesta y tratamos de adaptarnos a nuestro entorno.
En cuanto capacidad de proyectar la inteligencia humana incluye actos como deliberar, es decir, analizar las posibilidades que tenemos a nuestro alcance y crear nuevas posibilidades mediante la facultad de la imaginación.
Los problemas a los que se enfrenta la inteligencia a la hora de decidir una determinada conducta son:
-En primer lugar la conducta es un modo de desplazar el cuerpo en el espacio y establecer relaciones con los cuerpos circundantes; de ahí que la inteligencia esté ligada a la habilidad, la destreza y la armonía corporales.
-La posibilidad de decidir sobre la propia conducta implica tener que modificar conductas previas. A esta modificación se la denomina aprendizaje, por tanto la inteligencia es también capacidad de aprendizaje.
-Cualquier conducta es un intento por alcanzar unos fines mediante el empleo de unos medios. A la inteligencia corresponde determinar cuáles son los medios idóneos para la consecución de los fines propuestos, es decir, tiene una función técnica o instrumental.
-La valoración de lo real en función de los proyectos que nos proponemos tiene una base biológica en las emociones, y básicamente en los sentimientos de placer y dolor. Esto nos hace caracterizarla como inteligencia emocional. Son las emociones y sentimientos los que “dirigen” la inteligencia en un sentido u otro. A su vez, la inteligencia dirige la conducta del organismo, puesto que decide cuál ha de ser la respuesta más adecuada a las incitaciones de lo real.
-Estos fines de los que hablamos pueden ser buenos o malos, justos o injustos. La decisión sobre la bondad y justicia de los fines es asunto de la moral, y, por ello, la inteligencia humana es moral. Toda conducta inteligente tiene, pues, un componente moral inexcusable.
b. Dimensión teórica de la inteligencia
Por otro lado la inteligencia humana tiene una dimensión teórica. Esta dimensión de la inteligencia involucra actos como abstraer, entender, simbolizar, formalizar, etc. Se trata de un intento por comprender la estructura de la realidad tal como es en sí misma, para poder desarrollar respuestas complejas ante los problemas que plantea. Los logros científicos sirven no sólo para conocer sectores de realidad sino para desarrollar instrumentos técnicos que faciliten la vida humana y la mejoren.
Todas estas capacidades no serían posibles sin eso que llamamos conciencia. Esta puede entenderse en dos sentidos, como “capacidad de distinguir el bien del mal” y entonces hablamos de conciencia moral; o bien como “darse cuenta de…”, es decir, ser consciente de las cosas. Aquí la trataremos en este segundo sentido.
1.2. La dimensión social del conocimiento.
El conocimiento humano está necesariamente condicionado por la sociedad, tiene una dimensión social. Esta se debe, en primer lugar a la modulación cultural de la atención, es decir, a que es la sociedad la que establece qué merece ser objeto de atención y qué no. En función del tipo de cultura y de entorno que tenga cada sociedad se seleccionarán como dignos de atención unos elementos u otros. De esta forma, cada sociedad favorece el desarrollo de unas determinadas habilidades perceptivas, que configuran las pautas perceptivas que influyen en el modo de percibir en general y consecuentemente, el modo de conocer.
La modulación de la atención es clave, asimismo, en la definición de los intereses del ser humano. No pueden ser los mismos los intereses de un habitante de la selva amazónica que los de un habitante de Nueva York.
En segundo lugar, el conocimiento que tenemos del mundo está condicionado socialmente a través del lenguaje (que es una creación social y no individual), puesto que éste nos ofrece el arsenal de conceptos con el que tratamos de conocer y explicar el mundo y con el que articulamos el conocimiento disponible. Cada idioma ofrece un modo particular de acceso al mundo pues establece una sintaxis propia y un modo específico de articular ideas y conceptos.
1.3. El modo humano de sentir: deseos, emociones y pasiones.
En cuanto ser abierto al mundo el ser humano resulta afectado por las realidades circundantes, que suscitan en él sentimientos. Según J.A. Marina “los sentimientos son bloques de información integrada que incluyen variaciones en las que el sujeto está implicado, sujeto al que proporcionan un balance de la situación y una predisposición a actuar”. En la estructura de los sentimientos pueden reconocerse tres dimensiones:
-cognoscitiva: los sentimientos son respuestas afectivas a situaciones percibidas, forman parte de nuestra respuesta a lo real.
-afectiva: Las situaciones percibidas son evaluadas como dolorosas/placenteras; atractivas/repulsivas… Esta evaluación resulta de poner en relación la situación concreta con el yo que la vive y sus proyectos.
-comportamental: La experiencia de los sentimientos propone un tipo de expresión de los mismos (llanto, grito…) y un comportamiento (huida, lucha…). Estas expresiones y comportamientos pueden ser reprimidos o contradichos por los individuos, siempre hasta cierto punto.
En virtud de la plasticidad y capacidad de adaptación de los seres humanos, los sentimientos pueden ser educados, de forma que se adquieran determinados hábitos sentimentales.
La conciencia de los propios apetitos es lo que se denomina deseo, que, como hemos visto, constituye el motor el comportamiento humano. La satisfacción o insatisfacción de los deseos en función de las situaciones vividas y percibidas suscita determinados sentimientos (alegría, tristeza, amor, odio etc.) como respuesta. Si esta respuesta es inmediata, breve y repentina y provoca modificaciones fisiológicas muy claras y estereotipadas, se habla de emoción. Si lo que sentimos nos arrastra incontrolablemente, debido a su intensidad, y anula en mayor o menor medida nuestra voluntad, nos encontramos ante lo que se conoce como pasión.
2. Características del hecho psíquico.
2.1. Naturaleza de la mente (en el libro, Apartado 1.1.)
-inextensión: el hecho psíquico, al contrario que el físico, no está localizado en el espacio, aunque sí en el tiempo: no tiene sentido decir “siento una duda por esta zona”, aunque sí puedo decir “estoy dudando ahora”
-intencionalidad (en el libro)
-intimidad (en el libro)
-consciencia (primera parte del apartado 1.2. en el libro)
2.2. Freud y la crítica del yo como autoconciencia
Sigmund Freud (1856-1939) pone en entredicho la identificación de yo y conciencia. De sus investigaciones se deduce que una gran parte de lo que llamamos “yo” (recuerdos, inclinaciones, deseos, ideas, valoraciones sobre la realidad, etc.) no nos es accesible, es decir, no somos conscientes de ello. Nuestra conducta es, por tanto, el resultado de una multitud de variables, muchas de las cuales no conocemos propiamente.
La teoría freudiana se denomina psicoanálisis y es tanto una teoría sobre la naturaleza del psiquismo humano y las leyes que rigen su desarrollo como una terapia, esto es, un procedimiento para “curar” dolencias psíquicas. En un primer momento Freud, médico en la Viena de los años 20, recibía en su consulta ciertas dolencias aparentemente físicas, tales como parálisis, amnesias, afasias (pérdida del habla), etc. Sus investigaciones conducen a varias conclusiones:
-el origen de estas dolencias era estrictamente psíquico, y estaba relacionado con sucesos ocurridos en la infancia de los pacientes (que eran, en un principio, en su mayoría mujeres). Estos sucesos habían sido reprimidos (olvidados, ocultos), esto es, alojados en el subconsciente, por el dolor que suponían para el paciente; se establece así la distinción clave entre consciente e inconsciente.
-estos hechos psíquicos reprimidos (no tienen por qué ser sucesos reales, basta con que fueran mal-interpretados ciertos hechos) se manifiestan de varias maneras: a través de los sueños, “disfrazados”, en un código simbólico que es necesario conocer para interpretarlos, y a través de ciertos síntomas: manías, tics, actos fallidos, o dolencias más graves como las mencionadas arriba. Cuando estos hechos reprimidos no son sacados a la luz y comprendidos, se genera una “enfermedad” psíquica llamada neurosis.
-la infancia se revela como el periodo de mayor importancia en el desarrollo del psiquismo; los conflictos no resueltos que generan las neurosis se dan en esta etapa. Algunos de estos conflictos pueden ser: los complejos de Edipo y Elektra (los impulsos afectivo-sexuales primarios en los niños hacia sus progenitores), la necesaria contención de la agresividad, algún hecho traumático, etc.
-el modo de “curar” estas dolencias es el psicoanálisis: el relato por parte del paciente de sus vivencias, aparentemente irrelevantes, permite al terapeuta su reconstrucción e interpretación, de modo que salgan a la luz estratos cada vez más profundos del subconsciente. Los sueños y la libre asociación de ideas del paciente son los mejores medios para acceder al subconsciente.
Desde Freud, la auto-transparencia de la conciencia es puesta en entredicho. ¿Puede ser el ser humano definido como “ser racional” después de esto, si su conducta está determinada por impulsos inconscientes?
3. El modo humano de obrar: la voluntad.
Suele caracterizarse el comportamiento humano como libre y responsable. Ahora bien, ¿qué significan y en que consisten esa libertad y responsabilidad?
Los seres humanos, como organismos que somos hemos de enfrentarnos al problema de desarrollar un comportamiento que satisfaga nuestras necesidades en función de los recursos que el medio nos proporciona. Ni los estímulos exteriores (extereoceptores/ recursos) ni los interiores (interoceptores/necesidades) determinan nuestro comportamiento. Liberados de los estímulos (internos y externos) nos vemos en la tesitura de tener que decidir un comportamiento . La libertad es el poder que el organismo humano tiene de elegir entre distintas posibilidades. Esto tiene dos consecuencias importantes:
-Los seres humanos podemos crear, y de hecho creamos, necesidades distintas a las vinculadas estrictamente a la supervivencia. Esta posibilidad nos convierte en seres eternamente insatisfechos.
-La insatisfacción nos mueve a intentar satisfacer las necesidades (primarias o no) mediante la creación de “útiles” o utensilios, que es precisamente en lo que consiste la tecnología. El hombre es el ser tecnológico por excelencia.
La idea de libertad puede caracterizarse de diversas maneras. Tradicionalmente se distingue entre libertad negativa (libertad de) y libertad positiva (libertad para). La primera consiste en la ausencia de impedimentos o coacciones para la realización de una acción, que es en lo que consiste la segunda. Ambas nociones son, como se ve, complementarias. Esto supone que los márgenes de libertad negativa disponibles determinan el abanico de opciones entre las que podemos (o tenemos que) elegir.
Cada una de las decisiones y elecciones que tomamos a lo largo de nuestra vida conlleva una serie de repercusiones tanto para el sujeto como para los demás y para el medio:
-Para el sujeto porque cada una de las decisiones que toma una persona va dibujando lo que progresivamente es. A través de sus decisiones cada individuo va “haciéndose a sí mismo”. La repetición de actos genera hábitos, y el conjunto de los hábitos de una persona configura su carácter, que se expresa en una tendencia a comportarse de un modo determinado. De este modo, podemos decir que en cada decisión vamos construyendo nuestro carácter. Ningún acto humano es irrelevante para quien lo comete, puesto que como humanos “nos la jugamos” en cada acto.
-Para los demás porque todo lo que se decide repercute en los demás. Toda acción es social, puesto que las posibilidades que tienen los demás dependen de lo que hagamos con las nuestras y viceversa. Esta repercusión acontece tanto por lo que hacemos (acción) como por lo que dejamos de hacer (omisión).
-Para el medio porque como organismos que somos, toda acción que realizamos repercute en el medio del que formamos parte. Toda acción establece un tipo de relación con el medio y nadie puede aspirar a no modificarlo. Vivir es, entre otras cosas, modificar el medio.
Todo lo anterior nos conduce a las nociones de responsabilidad y compromiso. Somos responsables de nuestras acciones (tenemos que poder responder de ellas) y de sus consecuencias y en este sentido quedamos comprometidos por ellas.
3.1. La dimensión social del comportamiento.
La mediación social, cultural e histórica afecta también al modo humano de obrar, es decir, al comportamiento humano. Planteemos una pregunta aparentemente sencilla: ¿somos libres a pesar de los demás o gracias a ellos? Toda sociedad humana favorece, mediante el proceso de socialización, el desarrollo en mayor o menor medida de la libertad a través de la demora en la satisfacción de los deseos o, incluso, su renuncia.
La socialización del individuo, mediante la educación, consiste en ser capaz de “negociar” la relación existente entre deseo y comportamiento que lo satisface, ya sea para contar con los demás (que también tienen deseos similares) o para establecer los medios e instrumentos que conducen a la satisfacción del deseo. De esta forma, el aplazamiento o renuncia a la satisfacción del deseo que toda sociedad impone a sus integrantes se muestra como condición indispensable para el desarrollo de la libertad humana. La libertad sólo puede desarrollarse gracias a los demás, precisamente en la medida en que los demás limitan nuestro deseo y nos imponen “no hacer lo que nos de la gana”. Dicho de otro modo, a la autonomía (darse a sí mismo las normas) sólo puede llegarse mediante la heteronomía (recibir las normas de otros).
Por otro lado, el patrimonio cultural e histórico que cada sociedad pone a nuestra disposición determina los límites de nuestra libertad. En sentido negativo porque establece las posibilidades para su ejercicio, es decir, cada sociedad dispone de unos márgenes de libertad negativa más o menos amplios. En sentido positivo porque favorece la adquisición de las posibilidades y recursos (técnicos, científicos, jurídicos…) que cada sociedad, en un marco cultural determinado, ha ido conquistando con esfuerzo a lo largo de su historia y que establecen determinadas condiciones de vida: los modos culturales de satisfacción de las necesidades humanas (alimento, vestido, descanso, curación…) a partir de los cuales cada individuo establece su proyecto de vida (libertad positiva).
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1. El modo humano de conocer: el conocimiento.
1.1. Percepción e inteligencia
El conocimiento humano involucra el concurso simultáneo de dos facultades: (1) la percepción y (2) la inteligencia.
(1) En cuanto a la percepción, hemos de decir que es una capacidad activa y no meramente receptora. El individuo que percibe está ya interpretando de alguna manera lo que percibe, esto es, entiende lo percibido como siendo “algo”: como algo con una forma determinada, y no como una mera suma de elementos independientes. A este respecto, las leyes de la percepción enunciadas por la Escuela de la Forma (Gestalt, en alemán) pusieron de manifiesto que siempre que es posible se percibe una forma o figura, según las siguientes leyes (Ampliación: Anexo apartado 1.1).
A estas leyes debemos añadir las de forma y fondo, por la que percibimos siempre la figura sobre un fondo que queda en segundo plano, y, relacionado con esto, la del carácter selectivo de la percepción, por el que destacamos unos estímulos sobre otros en función de nuestros intereses o experiencias previas (Ampliación: Anexo apartado 1.2)
Pero además percibir es percibir algo (objeto) como algo (sentido). Lo que percibimos no es simplemente un conjunto de cualidades, sino un objeto que tiene algún sentido para nosotros: percibimos esto como un perro, lo de más allá como el llanto de un niño, etc. Es decir, percibir es interpretar, interpretación que depende de nuestra experiencia anterior y de los conceptos a través de los cuales “clasificamos” la realidad. Por ello puede decirse que en la percepción interviene también la inteligencia o entendimiento (Ampliación: Anexo apartado 1.3 y 2.1)
(2) La inteligencia podemos definirla como la capacidad de desvelar la estructura de la realidad a partir de los datos proporcionados por los sentidos e inventar de este modo una respuesta a la realidad; podemos considerarla desde dos vertientes diferentes pero interrelacionadas.
a. Dimensión práctica de la inteligencia
Por un lado, la inteligencia humana tiene una dimensión práctica de respuesta a y transformación de lo real. La inteligencia no trata de entender por entender, sino que el entendimiento es un instrumento para dar respuesta a la realidad. Forma parte del modo como los seres humanos (en tanto organismos biológicos con necesidades que generan a su vez deseos los cuales se transforman, mediante una valoración consciente en proyectos) damos respuesta y tratamos de adaptarnos a nuestro entorno.
En cuanto capacidad de proyectar la inteligencia humana incluye actos como deliberar, es decir, analizar las posibilidades que tenemos a nuestro alcance y crear nuevas posibilidades mediante la facultad de la imaginación.
Los problemas a los que se enfrenta la inteligencia a la hora de decidir una determinada conducta son:
-En primer lugar la conducta es un modo de desplazar el cuerpo en el espacio y establecer relaciones con los cuerpos circundantes; de ahí que la inteligencia esté ligada a la habilidad, la destreza y la armonía corporales.
-La posibilidad de decidir sobre la propia conducta implica tener que modificar conductas previas. A esta modificación se la denomina aprendizaje, por tanto la inteligencia es también capacidad de aprendizaje.
-Cualquier conducta es un intento por alcanzar unos fines mediante el empleo de unos medios. A la inteligencia corresponde determinar cuáles son los medios idóneos para la consecución de los fines propuestos, es decir, tiene una función técnica o instrumental.
-La valoración de lo real en función de los proyectos que nos proponemos tiene una base biológica en las emociones, y básicamente en los sentimientos de placer y dolor. Esto nos hace caracterizarla como inteligencia emocional. Son las emociones y sentimientos los que “dirigen” la inteligencia en un sentido u otro. A su vez, la inteligencia dirige la conducta del organismo, puesto que decide cuál ha de ser la respuesta más adecuada a las incitaciones de lo real.
-Estos fines de los que hablamos pueden ser buenos o malos, justos o injustos. La decisión sobre la bondad y justicia de los fines es asunto de la moral, y, por ello, la inteligencia humana es moral. Toda conducta inteligente tiene, pues, un componente moral inexcusable.
b. Dimensión teórica de la inteligencia
Por otro lado la inteligencia humana tiene una dimensión teórica. Esta dimensión de la inteligencia involucra actos como abstraer, entender, simbolizar, formalizar, etc. Se trata de un intento por comprender la estructura de la realidad tal como es en sí misma, para poder desarrollar respuestas complejas ante los problemas que plantea. Los logros científicos sirven no sólo para conocer sectores de realidad sino para desarrollar instrumentos técnicos que faciliten la vida humana y la mejoren.
Todas estas capacidades no serían posibles sin eso que llamamos conciencia. Esta puede entenderse en dos sentidos, como “capacidad de distinguir el bien del mal” y entonces hablamos de conciencia moral; o bien como “darse cuenta de…”, es decir, ser consciente de las cosas. Aquí la trataremos en este segundo sentido.
1.2. La dimensión social del conocimiento.
El conocimiento humano está necesariamente condicionado por la sociedad, tiene una dimensión social. Esta se debe, en primer lugar a la modulación cultural de la atención, es decir, a que es la sociedad la que establece qué merece ser objeto de atención y qué no. En función del tipo de cultura y de entorno que tenga cada sociedad se seleccionarán como dignos de atención unos elementos u otros. De esta forma, cada sociedad favorece el desarrollo de unas determinadas habilidades perceptivas, que configuran las pautas perceptivas que influyen en el modo de percibir en general y consecuentemente, el modo de conocer.
La modulación de la atención es clave, asimismo, en la definición de los intereses del ser humano. No pueden ser los mismos los intereses de un habitante de la selva amazónica que los de un habitante de Nueva York.
En segundo lugar, el conocimiento que tenemos del mundo está condicionado socialmente a través del lenguaje (que es una creación social y no individual), puesto que éste nos ofrece el arsenal de conceptos con el que tratamos de conocer y explicar el mundo y con el que articulamos el conocimiento disponible. Cada idioma ofrece un modo particular de acceso al mundo pues establece una sintaxis propia y un modo específico de articular ideas y conceptos.
1.3. El modo humano de sentir: deseos, emociones y pasiones.
En cuanto ser abierto al mundo el ser humano resulta afectado por las realidades circundantes, que suscitan en él sentimientos. Según J.A. Marina “los sentimientos son bloques de información integrada que incluyen variaciones en las que el sujeto está implicado, sujeto al que proporcionan un balance de la situación y una predisposición a actuar”. En la estructura de los sentimientos pueden reconocerse tres dimensiones:
-cognoscitiva: los sentimientos son respuestas afectivas a situaciones percibidas, forman parte de nuestra respuesta a lo real.
-afectiva: Las situaciones percibidas son evaluadas como dolorosas/placenteras; atractivas/repulsivas… Esta evaluación resulta de poner en relación la situación concreta con el yo que la vive y sus proyectos.
-comportamental: La experiencia de los sentimientos propone un tipo de expresión de los mismos (llanto, grito…) y un comportamiento (huida, lucha…). Estas expresiones y comportamientos pueden ser reprimidos o contradichos por los individuos, siempre hasta cierto punto.
En virtud de la plasticidad y capacidad de adaptación de los seres humanos, los sentimientos pueden ser educados, de forma que se adquieran determinados hábitos sentimentales.
La conciencia de los propios apetitos es lo que se denomina deseo, que, como hemos visto, constituye el motor el comportamiento humano. La satisfacción o insatisfacción de los deseos en función de las situaciones vividas y percibidas suscita determinados sentimientos (alegría, tristeza, amor, odio etc.) como respuesta. Si esta respuesta es inmediata, breve y repentina y provoca modificaciones fisiológicas muy claras y estereotipadas, se habla de emoción. Si lo que sentimos nos arrastra incontrolablemente, debido a su intensidad, y anula en mayor o menor medida nuestra voluntad, nos encontramos ante lo que se conoce como pasión.
2. Características del hecho psíquico.
2.1. Naturaleza de la mente (en el libro, Apartado 1.1.)
-inextensión: el hecho psíquico, al contrario que el físico, no está localizado en el espacio, aunque sí en el tiempo: no tiene sentido decir “siento una duda por esta zona”, aunque sí puedo decir “estoy dudando ahora”
-intencionalidad (en el libro)
-intimidad (en el libro)
-consciencia (primera parte del apartado 1.2. en el libro)
2.2. Freud y la crítica del yo como autoconciencia
Sigmund Freud (1856-1939) pone en entredicho la identificación de yo y conciencia. De sus investigaciones se deduce que una gran parte de lo que llamamos “yo” (recuerdos, inclinaciones, deseos, ideas, valoraciones sobre la realidad, etc.) no nos es accesible, es decir, no somos conscientes de ello. Nuestra conducta es, por tanto, el resultado de una multitud de variables, muchas de las cuales no conocemos propiamente.
La teoría freudiana se denomina psicoanálisis y es tanto una teoría sobre la naturaleza del psiquismo humano y las leyes que rigen su desarrollo como una terapia, esto es, un procedimiento para “curar” dolencias psíquicas. En un primer momento Freud, médico en la Viena de los años 20, recibía en su consulta ciertas dolencias aparentemente físicas, tales como parálisis, amnesias, afasias (pérdida del habla), etc. Sus investigaciones conducen a varias conclusiones:
-el origen de estas dolencias era estrictamente psíquico, y estaba relacionado con sucesos ocurridos en la infancia de los pacientes (que eran, en un principio, en su mayoría mujeres). Estos sucesos habían sido reprimidos (olvidados, ocultos), esto es, alojados en el subconsciente, por el dolor que suponían para el paciente; se establece así la distinción clave entre consciente e inconsciente.
-estos hechos psíquicos reprimidos (no tienen por qué ser sucesos reales, basta con que fueran mal-interpretados ciertos hechos) se manifiestan de varias maneras: a través de los sueños, “disfrazados”, en un código simbólico que es necesario conocer para interpretarlos, y a través de ciertos síntomas: manías, tics, actos fallidos, o dolencias más graves como las mencionadas arriba. Cuando estos hechos reprimidos no son sacados a la luz y comprendidos, se genera una “enfermedad” psíquica llamada neurosis.
-la infancia se revela como el periodo de mayor importancia en el desarrollo del psiquismo; los conflictos no resueltos que generan las neurosis se dan en esta etapa. Algunos de estos conflictos pueden ser: los complejos de Edipo y Elektra (los impulsos afectivo-sexuales primarios en los niños hacia sus progenitores), la necesaria contención de la agresividad, algún hecho traumático, etc.
-el modo de “curar” estas dolencias es el psicoanálisis: el relato por parte del paciente de sus vivencias, aparentemente irrelevantes, permite al terapeuta su reconstrucción e interpretación, de modo que salgan a la luz estratos cada vez más profundos del subconsciente. Los sueños y la libre asociación de ideas del paciente son los mejores medios para acceder al subconsciente.
Desde Freud, la auto-transparencia de la conciencia es puesta en entredicho. ¿Puede ser el ser humano definido como “ser racional” después de esto, si su conducta está determinada por impulsos inconscientes?
3. El modo humano de obrar: la voluntad.
Suele caracterizarse el comportamiento humano como libre y responsable. Ahora bien, ¿qué significan y en que consisten esa libertad y responsabilidad?
Los seres humanos, como organismos que somos hemos de enfrentarnos al problema de desarrollar un comportamiento que satisfaga nuestras necesidades en función de los recursos que el medio nos proporciona. Ni los estímulos exteriores (extereoceptores/ recursos) ni los interiores (interoceptores/necesidades) determinan nuestro comportamiento. Liberados de los estímulos (internos y externos) nos vemos en la tesitura de tener que decidir un comportamiento . La libertad es el poder que el organismo humano tiene de elegir entre distintas posibilidades. Esto tiene dos consecuencias importantes:
-Los seres humanos podemos crear, y de hecho creamos, necesidades distintas a las vinculadas estrictamente a la supervivencia. Esta posibilidad nos convierte en seres eternamente insatisfechos.
-La insatisfacción nos mueve a intentar satisfacer las necesidades (primarias o no) mediante la creación de “útiles” o utensilios, que es precisamente en lo que consiste la tecnología. El hombre es el ser tecnológico por excelencia.
La idea de libertad puede caracterizarse de diversas maneras. Tradicionalmente se distingue entre libertad negativa (libertad de) y libertad positiva (libertad para). La primera consiste en la ausencia de impedimentos o coacciones para la realización de una acción, que es en lo que consiste la segunda. Ambas nociones son, como se ve, complementarias. Esto supone que los márgenes de libertad negativa disponibles determinan el abanico de opciones entre las que podemos (o tenemos que) elegir.
Cada una de las decisiones y elecciones que tomamos a lo largo de nuestra vida conlleva una serie de repercusiones tanto para el sujeto como para los demás y para el medio:
-Para el sujeto porque cada una de las decisiones que toma una persona va dibujando lo que progresivamente es. A través de sus decisiones cada individuo va “haciéndose a sí mismo”. La repetición de actos genera hábitos, y el conjunto de los hábitos de una persona configura su carácter, que se expresa en una tendencia a comportarse de un modo determinado. De este modo, podemos decir que en cada decisión vamos construyendo nuestro carácter. Ningún acto humano es irrelevante para quien lo comete, puesto que como humanos “nos la jugamos” en cada acto.
-Para los demás porque todo lo que se decide repercute en los demás. Toda acción es social, puesto que las posibilidades que tienen los demás dependen de lo que hagamos con las nuestras y viceversa. Esta repercusión acontece tanto por lo que hacemos (acción) como por lo que dejamos de hacer (omisión).
-Para el medio porque como organismos que somos, toda acción que realizamos repercute en el medio del que formamos parte. Toda acción establece un tipo de relación con el medio y nadie puede aspirar a no modificarlo. Vivir es, entre otras cosas, modificar el medio.
Todo lo anterior nos conduce a las nociones de responsabilidad y compromiso. Somos responsables de nuestras acciones (tenemos que poder responder de ellas) y de sus consecuencias y en este sentido quedamos comprometidos por ellas.
3.1. La dimensión social del comportamiento.
La mediación social, cultural e histórica afecta también al modo humano de obrar, es decir, al comportamiento humano. Planteemos una pregunta aparentemente sencilla: ¿somos libres a pesar de los demás o gracias a ellos? Toda sociedad humana favorece, mediante el proceso de socialización, el desarrollo en mayor o menor medida de la libertad a través de la demora en la satisfacción de los deseos o, incluso, su renuncia.
La socialización del individuo, mediante la educación, consiste en ser capaz de “negociar” la relación existente entre deseo y comportamiento que lo satisface, ya sea para contar con los demás (que también tienen deseos similares) o para establecer los medios e instrumentos que conducen a la satisfacción del deseo. De esta forma, el aplazamiento o renuncia a la satisfacción del deseo que toda sociedad impone a sus integrantes se muestra como condición indispensable para el desarrollo de la libertad humana. La libertad sólo puede desarrollarse gracias a los demás, precisamente en la medida en que los demás limitan nuestro deseo y nos imponen “no hacer lo que nos de la gana”. Dicho de otro modo, a la autonomía (darse a sí mismo las normas) sólo puede llegarse mediante la heteronomía (recibir las normas de otros).
Por otro lado, el patrimonio cultural e histórico que cada sociedad pone a nuestra disposición determina los límites de nuestra libertad. En sentido negativo porque establece las posibilidades para su ejercicio, es decir, cada sociedad dispone de unos márgenes de libertad negativa más o menos amplios. En sentido positivo porque favorece la adquisición de las posibilidades y recursos (técnicos, científicos, jurídicos…) que cada sociedad, en un marco cultural determinado, ha ido conquistando con esfuerzo a lo largo de su historia y que establecen determinadas condiciones de vida: los modos culturales de satisfacción de las necesidades humanas (alimento, vestido, descanso, curación…) a partir de los cuales cada individuo establece su proyecto de vida (libertad positiva).
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23.5.08
Por una vez es un tema filosófico ;) .- Lidia Ochoa Peña
Ahora, como es normal, estoy pasando por una etapa de sufrimiento emocional y creo que esto es compartido por todos. En ocasiones veo muy cercano el futuro que siempre había creído que nunca llegaría, otras parece que hace 10 minutos que acabo de cumplir los 10 añitos.... A este conjunto de sentimientos le podemos sumar otros tales como el valor de las personas ajenas a tu familia, por ejemplo los amigos, compañeros. Es triste pensar que personas que acabas de conocer te tienen más aprecio que tu propia familia o amigos más cercanos, pero también puede resultar deprimente que siempre sean los mismos los que siempre te quieren. Ni me gusta el blanco, ni me gusta el negro; con mucho me agobio y con poco me falta..... ¿cómo entender esta situación? Todo el mundo te dice: eres adolescente, es normal que te pasen esas cosas y de repente piensas que eres como todos los demás, cuando te habías considerado siempre diferente y orgulloso de ello. Los adultos te cuentan sus antiguas experiencias pero siempre se piensa que el propio caso es especial, pero se agradece mucho la ayuda ofrecida. En esta época de la vida se tienen muy en cuenta las decisiones, dado que es cuando empiezas a tenerlas con bastante relevancia en tu vida. Ahora yo me encuentro en una situación muy complicada para mí, en la cual entran en conflicto tanto mis sentimientos como mi razonamiento y es la siguiente: Siempre había deseado hacer algo, casi desde que tengo uso de razón, y siempre pensé que en cuanto tuviera la oportunidad lo haría; sin embargo ahora se me presenta la oportunidad de hacerlo y no quiero. La razón principal de que no quiera es el miedo, tan presente en mi vida, que no consigo obviarlo en ningún momento. En ese momento en el que tú te das cuenta de lo que está pasando se me formula la siguiente pregunta en la cabeza: ¿en realidad me conozco tanto como yo creo? o bien ¿alguna vez tendré claro lo que quiero hacer? Yo creo que nunca se es lo demasiado mayor para comprender la vida o para comprenderse a sí mismo. Cuántas veces habré tenido que escuchar eso de: te valoras muy poco, tienes mejores capacidades de las que tú te crees, o cosas por el estilo. Pero pienso: ¿en realidad me lo dicen porque lo sienten o porque es verdad? Una vez más me quedo con la duda porque nunca podré saber las intenciones de los demás.............
Ahora es cuando hago la gran reflexión: si nunca podré comprender lo que la vida significa, ni a mí misma, ni a los demás, ¿qué puedo hacer?
La única respuesta que puedo dar es que luches por lo que quieres, tapándote los ojos y tirando hacia adelante..................
Ahora es cuando hago la gran reflexión: si nunca podré comprender lo que la vida significa, ni a mí misma, ni a los demás, ¿qué puedo hacer?
La única respuesta que puedo dar es que luches por lo que quieres, tapándote los ojos y tirando hacia adelante..................
21.5.08
Reflexión acerca de la verdad
Esta mañana hablando con mi madre me di cuenta de que en ocasiones la verdad es tan dolorosa para nosotros que en ocasiones nos negamos a reconocerla o a creerla cierta(...) Mi madre es una persona tolerante y respetuosa, pero cuando se trata de personas homosexuales prefiere desviar su atención hacia otras activades y limitarse a decir "cada uno puede hacer lo que quiera", cuando ella se enteró de que yo era una de esas personas se negaba a creerlo y decía que me dejase de versiones filosóficas (represión) y que todo es por culpa de las influencias (amigos). Esto me lleva a pensar si es mejor no saber la verdad y quedarse eternamente en la caverna por miedo a lo que puedas saber,especialmente de tu entorno, o afrontar la realidad. Además nuestra conversación me hizo recordar lo que explicaba Freud de la mente humana: ¿realmente es consciente de lo que estaba diciendo o no?
15.5.08
La filosofía
Hoy es el primer día de vacaciones de navidad y qué casualidad que es precisamente este día cuando me he puesto enferma. Esto me ha hecho reflexionar que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Sinceramente creo que muy pocas personas se levantan por la mañana y, cuando se sienten bien, dicen “qué bien estoy”. Parece que las cosas que apreciamos son invisibles ante nuestros ojos. No notamos su presencia, pero seguro que notaríamos su ausencia. Es como cuando respiramos. Mientras lo hacemos, la gran mayoría de las veces, no nos acordamos de que lo hacemos. Estamos ya acostumbrados. Pero seguro que notaríamos si faltase el aire.
15.4.08
La religión
Estaba pensando en los intentos del ser humano por controlar la situación. Un ejemplo de esto puede ser la religión, que funciona como consuelo porque, en mi opinión, necesitamos creer en algo. Preferiríamos que en el mundo hubiera demonios que cruel indiferencia, es decir, que no le importemos a nada ni a nadie. Queremos tener el control de la situación pensando que “si nos portamos bien” iremos al cielo y se castigará a los “malos” (…)
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