22.12.07

Textos y ejercicios unidad 9

TEXTOS UNIDAD 9.- El estudio psicológico del ser humano

La intencionalidad

No logro, según parece (...), sorprender a mi conciencia nunca sin que no sólo esté ocupada por algo suyo: una percepción, una imagen, un juicio, una volición, un sentimiento, sino que se está ocupando de algo que no es ella misma: toda visión es visión de algo; toda imagen algo imagina; en todo juicio juzgo algo(...); mi querer o no querer es querer o no querer algo; mi sentimiento de agrado o desagrado mana sobre mí, pero como vininiendo de algo, que es lo agradable o desagradable. Diríase que donde quiera y como quiera que exista eso que llamamos conciencia, lo encuentro siempre constituido por dos elementos: una actitud o acto de un sujeto y un algo al cual se dirige ese acto. Aquel acto puede ser de muchas especies: puede ser ese acto que llamamos ver, o bien un fantasear, o bien un simple entender; puede ser un querer –y puede ser un sentirse afectado o conmovido. En todos los casos, se trata de maneras diversas de andar afanado con algo (...) que tiene el carácter esencial de presentarse como otra cosa distinta de los actos del sujeto. Nada tan diferente de mi ver como lo visto; de mi oír, como lo oído; de mi entender, como lo entendido.
Por lo visto, esa cosa que llamamos conciencia es la más rara que hay en el universo, pues tal y como se nos presenta parece consistir en la conjunción, complexión o íntima perfecta unión de dos cosas totalmente distintas: mi acto de referirme a, y aquello a que me refiero. Y nótese bien toda la gravedad del caso: no es que nosotros a posteriori reconozcamos o descubramos la absoluta diferencia entre ambas cosas, sino que el hecho de conciencia consiste en que yo hallo ante mí algo como distinto y otro que yo. Esta mesa no es mi conciencia a buen seguro, mi conciencia ahora es ese “estar ante mí la mesa”; por tanto, la unidad inseparable de dos elementos tan absolutamente divergentes entre sí como son, por un lado, ese “estar ante mí”, por otro la mesa (Ortega y Gasset, J., Conciencia, objeto y las tres distancias de éste)
1. ¿Cuál es la constitución de la conciencia según Ortega?
2. Distingue, de los dos elementos en los que consiste la conciencia, cuál es propiamente suyo y cuál no.
3. Pon ejemplos de actos intencionales.

La tercera humillación del narcisismo humano

(...) Pero la ofensa más sensible es la tercera, de naturaleza psicológica.
El hombre, aunque exteriormente humillado, se siente soberano en su propia alma. (...) Su percepción interna, su conciencia, da cuenta al yo en todos los sucesos de importancia que se desarrollan en el mecanismo anímico, y la voluntad dirigida por estas informaciones ejecuta lo que el yo ordena y modifica aquello que quisiera cumplirse independientemente. Pues esta alma no es algo simple, sino más bien una jerarquía de instancias, una confusión de impulsos, que tienden, independientemente unos de otros, a su cumplimiento correlativamente a la multiplicidad de los instintos y de las relaciones con el mundo exterior. Para la función es preciso que la instancia superior reciba noticia de cuanto se prepara, y que su voluntad pueda llegar a todas partes y ejercer por doquiera su influjo. Pero el yo se siente seguro, tanto de la amplitud y fidelidad de las noticias como de la transmisión de sus mandatos.
En ciertas enfermedades, y desde luego en las neurosis por nosotros estudiadas, sucede otra cosa. El yo se siente a disgusto, pues tropieza con limitaciones de su poder dentro de su propia casa, dentro del alma misma. Surge de pronto pensamientos que no se sabe de dónde vienen, sin que tampoco sea posible rechazarlos. Tales huéspedes indeseables parecen incluso ser más poderosos que los sometidos al yo ; resisten a todos los medios coercitivos de la voluntad, y permanecen impertérritos ante la contradicción lógica y ante el testimonio contrario de la realidad. O surgen impulsos, que son como los de un extraño, de suerte que el yo los niega, pero no obstante ha de temerlos y tomar medidas precautorias contra ellos. (...) El psicoanálisis procura esclarecer estos inquietantes casos [...] y puede, por fin decir al yo: «No se ha introducido en ti nada extraño ; una parte de tu propia vida anímica se ha sustraído a tu conocimiento y a la soberanía de tu voluntad. Por eso es tan débil tu defensa ; combates con una parte de tu fuerza contra la otra parte, y no puedes reunir, como lo harías contra un enemigo exterior, toda tu energía [...]. Todo este proceso sólo se hace posible por el hecho de que también en otro punto importantísimo estás en el error. Confías en que todo lo que sucede en tu alma llega a tu conocimiento, [...] llegas incluso a identificar lo "anímico" con lo "consciente" ; esto es, con lo que te es conocido, a pesar de la evidencia de que a tu vida psíquica tiene que suceder de continuo mucho más de lo que llega ser conocido a tu conciencia. Déjate instruir sobre este punto. Lo anímico en ti no coincide con lo que te es consciente ; una cosa es lo que algo suceda en tu alma, y otra que tú llegues a tener conocimiento de ello. [...] No debes acariciar la ilusión de que obtienes noticia de todo lo importante. [...]Te conduces como un rey absoluto que se contenta con la información que le procuran sus altos dignatarios y no desciende jamás hasta el pueblo para oír su voz. Adéntrate en ti, desciende a tus estratos más profundos y aprende a conocerte a ti mismo ; sólo entonces podrás llegara comprender por qué puedes enfermar y, acaso, también a evitar la enfermedad».
Así quiso el psicoanálisis aleccionar al yo. Pero sus dos tesis, la de que la vida instintiva de la sexualidad no puede ser totalmente domada en nosotros y la de que los procesos anímicos son en sí inconscientes, y sólo mediante una percepción incompleta y poco fidedigna llegan a ser accesibles al yo y sometidos por él, equivalen a la afirmación de que el yo no es dueño y señor en su propia casa. Y representan el tercer agravio inferido a nuestro amor propio ; un agravio psicológico. No es, por tanto, de extrañar que el yo no acoja favorablemente las tesis psicoanalíticas y se niegue tenazmente a darles crédito (S. Freud, Una dificultad del psicoanálisis)
1. ¿En qué consiste la tercera humillación, y qué tiene en común con las otras dos?
2. ¿En qué consisten las neurosis?
3. Para Freud, ¿toda la vida psíquica es consciente? ¿Por qué?
4. ¿Cómo intenta el psicoanálisis aleccionar al yo?
5. ¿Cuáles son las dos tesis básicas del psicoanálisis y la conclusión a la que llevan? Explícalas.

La dificultad de la psicología como ciencia

El punto de vista de Heisenberg parece negar la posibilidad de descubrir algo cierto en un sistema físico, pues el observador o el aparato de medida constituyen partes esenciales de todo sistema físico que decidamos estudiar (por ejemplo, el fotón que se utilizó para “ver” el electrón en el primer experimento forma parte del sistema que se estudia). Una situación semejante es completamente familiar en las ciencias del comportamiento: en casi todo experimento psicológico, el sujeto sabe que su conducta está siendo observada y puede que no se comporte del mismo modo que lo haría si el psicólogo no estuviera presente. (...) Una analogía mejor puede ser el test de inteligencia que se propone medir una propiedad inherente de un individuo, pero, como hoy se reconoce, depende tan profundamente de las circunstancias del ensayo y de las tendencias culturales que se plantean al realizar el test que resulta dudoso si la inteligencia posee, realmente, una existencia objetiva, excepto en el sentido operacional de habilidad para realizar un test particular (“la inteligencia es lo que el test de inteligencia ensaya”) (ampliación de S. G. Brush a la obra de Holton, G., Introducción a los conceptos y teorías de las ciencias físicas)

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