3.12.07

Apuntes Hume

Hume, David (1711-1776)


Biografía (NO estudiar, SÍ leer)

Filósofo empirista escocés, figura máxima de la Ilustración inglesa y del empirismo británico, y uno de los pensadores de mayor influencia en la filosofía posterior. Nació en Edimburgo (Escocia), y estudió en la universidad de esta misma ciudad, más interesado por la literatura y la historia que por la abogacía, profesión a la que quiso dedicarle su familia. Escribió el Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en dos volúmenes (1739), que pasó totalmente inadvertido, y que, según su misma opinión, fue una obra prematura que «salió muerta de las prensas». Refundió luego la primera parte del Tratado, publicándola con el título de Investigación sobre el entendimiento humano (1751), así como la tercera con el título de Investigación sobre los principios de la moral (1752). Ninguna de estas obras le dio la fama literaria que ansiaba. Tras viajar y vivir en Francia, se retiró finalmente a Edimburgo, donde murió de cáncer, aceptando su enfermedad con un sentido totalmente epicúreo de la vida.

Filosofía (¡SÍ estudiar!)

Para Hume, empirista, no hay en el entendimiento humano ideas innatas (esto es, ideas que estén ahí antes de toda experiencia), con lo que defiende la teoría de la mente como tábula rasa: nuestra mente, al nacer, es una especie de tablilla en blanco donde, a medida que vamos percibiendo y conociendo el mundo, se inscriben nuestras impresiones (=todo aquello que “entra” por los sentidos).

1. Elementos del conocimiento

Los elementos del conocimiento (sus “piezas”) son, por tanto, de dos tipos:

-impresiones, que son sensaciones o sentimientos (por ejemplo, lo oído, lo visto, lo sentido), y son percepciones vivaces e intensas;

-ideas, que son recuerdos o imaginaciones de aquellas impresiones.

Por ejemplo: vea el lector esta página y cierre a continuación los ojos tratando de imaginarla (=reproducir su imagen en la mente). En ambos casos estará percibiendo (conociendo) esta página, pero entre ambos casos existe una notable diferencia: la percepción de esta página es más viva cuando la vemos que cuando la imaginamos. Cuando la vemos, nuestro conocimiento está constituído por una impresión. Cuando sólo la imaginamos, la conocemos a través de una idea. La conclusión importante que debemos extraer de aquí es que, entonces, todas nuestras ideas han de proceder de algo que hayamos percibido previamente pues, si no, no estarían en nuestra mente.

Por consiguiente, el origen de las ideas es la sensación, interna o externa (pues tenemos sentidos orientados hacia “dentro”, por los que percibimos, por ejemplo, que tenemos frío, o hambre, y sentidos orientados hacia “fuera”, los célebres “cinco sentidos”). Toda idea deriva de una impresión y, por lo mismo, no hay ideas innatas.

2. Tipos de conocimiento

Ahora bien, existen, además de elementos del conocimiento, modos de conocimiento, es decir, maneras en las que esos elementos, que siempre proceden de la experiencia, se conectan entre sí. Así, tenemos:

-las relaciones de ideas, tipo de conocimiento que se refiere a la relación existente entre las ideas, independientemente de la experiencia. Éstas son las verdades matemáticas y lógicas. Su contrario no podemos concebirlo, porque es un sin-sentido: una porción de pizza mayor que la pizza entera, un círculo cuadrado, un triángulo de dos lados: imposible. La relación entre las ideas de parte y todo es independiente de la experiencia: si entiendo que un todo se divide en partes, por grandes que éstas sean entiendo que siempre y de un modo necesario serán más pequeñas que el todo.

-las cuestiones de hecho, tipo de conexión entre fenómenos que no es necesaria, sino contingente, esto es: podemos imaginar un mundo en el que estas “cuestiones” fueran de otra manera. Podemos imaginarnos que el sol no salga mañana aunque, de hecho, es muy probable que salga, como lleva haciéndolo durante millones de años. Sin embargo, podría ocurrir. Las cuestiones de hecho siempre se establecen, por tanto, a través de la experiencia, cuando hemos observado este o aquel fenómeno en repetidas ocasiones.
Sin embargo, dice Hume, nuestra experiencia se refiere siempre al pasado, pues no existe la experiencia “futura”. Nada puede asegurarnos que las cosas sigan siendo como esperamos en un futuro.
(Esta distinción, por otro lado, nos suena ya de algo: es la misma que hay entre ciencias formales y ciencias empíricas; el único conocimiento absolutamente válido para Hume es el de las relaciones de ideas, esto es, las ciencias formales)

3. La crítica a la causalidad como “conexión necesaria”

Así pues, parece que nuestro conocimiento queda reducido a relaciones de ideas, por un lado, y a impresiones actuales y sus recuerdos (=ideas), por otro. Nuestro conocimiento del mundo se refiere sólo, por tanto, a hechos presentes y pasados (porque con las relaciones de ideas no conocemos el mundo). Ahora bien, en nuestra vida cotidiana contamos constantemente con que en el futuro se producirán ciertos hechos: si llueve creo que la calle se mojará, si pongo un huevo en la sartén espero que se fría, etc. Sin embargo, sólo tenemos fenómenos que se suceden en el tiempo:

fenómeno A → fenómeno B
(llueve) (la calle se moja)

y, por tanto, sólo tenemos impresiones(=conocimiento) del hecho A y del hecho B. De la conexión entre ellos, más allá de la sucesión en el tiempo, ni rastro. Examinémonos, ¿acaso tenemos una impresión (una percepción) de la conexión causa-efecto entre ellos?
Y, sin embargo, no pensamos que es sólo probable que la calle se moje, sino que pensamos que es seguro, es decir: nos parece necesario (=no puede ser que no) que si A, entonces B. Hemos unido los fenómenos A y B como causa y efecto con una idea de conexión necesaria, como si fuera igual de necesario que la calle se moje con la lluvia, como lo es que el todo sea mayor que la parte. Hume dirá que de la necesidad de esa conexión no poseemos impresión alguna (no ha entrado por nuestros sentidos) y que, por tanto, esa conexión “nos la hemos inventado” nosotros. A fuerza de ver dos fenómenos sucederse en el tiempo en muuuuuuchas ocasiones, establecemos la existencia de uno “por deducción” a partir del otro. Pero esa deducción es en realidad inducción, esto es, paso de lo particular (cada uno de los casos) a una ley general (cuando llueve, la calle se moja) por generalización, paso que ya vimos que no es correcto lógicamente hablando. La “necesidad” es meramente mental, no está en las cosas, ni en la naturaleza, “pertenece por entero al entendimiento”. La experiencia siempre lo es del pasado, y lo único que podemos argumentar (exactamente como el pavo inductivista) es que “hasta ahora, siempre ha sido así”, lo cual no es una demostración lógica de ninguna manera. Nuestras deducciones están fundadas en el hábito y, por tanto, lo que consideramos razonamientos científicos, sólo son “creencias” (creencias en que “todo seguirá igual”, como parece ocurrir, lo que Hume denomina principio de uniformidad de la natraleza). Más...

4. Por lo tanto…

-El único conocimiento absolutamente fiable, universal y necesario, es el que tenemos de las relaciones de ideas; Hume llega sorprendentemente a las mismas conclusiones que Platón y los racionalistas: las matemáticas y la lógica son las únicas ciencias “verdaderas”. Sólo que los racionalistas convierten todo en matemáticas (el mundo es una especie de operación matemática gigante en la mente de Dios) para poder explicar nuestro conocimiento del mundo, y Hume, más modestamente, concluye que la ciencia es un conocimiento sólo probable, esto es, que nunca podremos estar seguros de que las cosas sean realmente como las percibimos.

-Hume abre los ojos a Kant sobre este tema, y éste lo cierra así: efectivamente, la conexión entre los fenómenos la establecemos nosotros, pero es que nosotros no podemos conocer las cosas más que ordenadas de esa manera. Así que lo que Kant llama los “conceptos puros del entendimiento”, que son innatos en nosotros y entre los que se cuenta la idea de causa, marcan los límites de nuestro conocimiento: todo lo que podemos meter en ese “molde”, lo conocemos más o menos acertadamente; pero todo aquello de lo que no tenemos impresiones (percepción sensible), como Dios, o la vida más allá de la muerte, o lo espíritus, queda fuera de nuestro campo de conocimiento.
-Aquí nace, históricamente, el llamado “problema de la inducción”, al que Popper, como hemos visto, trata de dar una solución parcial con el concepto de falsación. Las teorías científicas son redes por las cuales vinculamos ciertos fenómenos estableciendo conexiones que suponemos constantes, y son válidas “mientras no se demuestre lo contrario”.

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Vuelve a leer ahora el texto de Chesterton acerca del País de las Hadas. Quizá ahora parezca más claro...

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