14.2.08

El recuerdo

Leyendo el libro que esta próxima evaluación he escogido, me llamó mucho la atención una de las preguntas que se hace el personaje principal, con la que estoy de acuerdo: cuando estamos con alguien o simplemente vivimos una experiencia feliz, estamos alegres de saber que somos felices y esperamos que el día en que ese recuerdo nos vuelva a la cabeza nos hará sentir bien, porque estamos seguros de que recordaremos esa felicidad; pero en cambio, si al tiempo de haber pasado esa experiencia nos damos cuenta de que en realidad estábamos engañados y no nos dimos cuenta, sentiremos dolor al recordarlo porque nos quedamos con el recuerdo, no de la felicidad que vivimos en ese momento, sino de que aunque fuimos felices estuvimos engañados; por tanto esa felicidad desaparecerá en nosotros. Esta reflexión para mí particularmente es muy dura, ya que verdaderamente de los recuerdos que se tienen sólo nos quedamos con lo malo de la experiencia; aunque por un momento fuéramos realmente felices, el sentimiento de traición y de rabia lucha contra el de felicidad, y posiblemente la mayoría de las veces gana la rabia y la traición, que convierten a ese recuerdo que fue feliz en un recuerdo doloroso. No debería ser así, ¿por qué no recordamos lo feliz aunque luego nos hayamos dado cuenta del engaño? En ese justo momento fuimos felices, no sentíamos dolor, rabia ni traición; por ello deberíamos recordarlo con una sonrisa.

Jajaja

¿Cómo se puede aburrir alguien tanto en Navidad teniéndolo todo y pudiendo hacer cualquier cosa en un día que no llueve?

El odio

Algunas personas opinan que el odio se basa solamente en las ganas de matar, para mí el odio no se basa sólo en eso, para mí eso es tan solo un síntoma más. Para otras personas el odio es comprender que algo ha salido mal, es un dolor que se ha escondido en el corazón mediante el cual se intenta crear otra de las muchas máscaras de la vida. Y para mí el odio es ver cómo se desmorona algo que tú has sentido, o que tú has vivido o que tan sólo tu cabeza ha creado, y el dolor de ver eso de tal manera.

11.2.08

La Felicidad.

Ése gran objetivo mundial, al que todos queremos de cabeza sumergirnos y que nos mime entre sus brazos cual madre primeriza a su retoño. (Vaya por Dios, hoy estoy poético).

De todos modos, este sentimiento tan general, deseado y obvio, es sin embargo, una emoción de difícil descripción; este intríngulis, tan simple como complejo, desde las distintas visiones de ello, como pueden ser:

El tener mucho dinero, salud, amor, posesiones materiales (que por lo general no suelen ser palos para tirarle a tu perro y por tanto van de la mano del poderoso caballero Don Dinero).


Pero esto, más que la felicidad en sí misma, serían sus diferentes caminos de obtención, no siendo entonces la esencia de la felicidad, sino el encrespado camino a recorrer para coronar esa meta.
Y es que, la felicidad es un sentimiento definido por muchos como el súmmum que toda vida debe alcanzar, el sentimiento que culmina nuestras existencias, y demás tópicos románticos que no me apetece señalar, por tanto; dinero, posesiones y demás no dan la felicidad, pero la ausencia de estas ¿la quitan?

Poderoso e infame hidalgo.

“Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar
al torpe hace discreto y hombre de respetar
hace correr al cojo y al mudo le hace hablar
Quien no tiene dinero no es de sí señor”

Arcipreste de Hita. (en esa época no existía el copyright, pero es más honorable decir de quién es, supongo).

Ya lo dijo el Arcipreste de Hita, este señor es acusado de ser esclavizador, escurridizo, y, lo que es aún más gracioso de no ser necesario para alcanzar la felicidad.
Bien, siendo innecesario para nuestro objetivo vital (dirigiéndonos hacia la felicidad, impasibles), ¿por qué todo el mundo se aferra tanto a él?
Maldita sea, si no lo necesitas, ¡tíralo! ¿Por qué me miras con esa cara como si fuera un loco? Tú misma que estarás leyendo estarás alucinada ante semejante ida de olla.
Pero, si todos soltamos el dicho de “El dinero no da la felicidad” para quedarnos tan anchos, expande nuestro espíritu y reconforta a los que lo escuchan, ¿por qué no lo cumplimos?
La solución es sencilla: este ideal altivo y orgulloso es FALSO, necesitamos el dinero para absolutamente casi todo, gran parte de nuestras posesiones, que nos reconfortan, proceden de este abusivo personaje, porque, reconozcámoslo, revolcarte en tu pedazo de sofá de 5000 euros sienta mejor a las posaderas (y lo que no son las posaderas) que hacerlo en frío suelo.

Así pues, no se contente la gente con decir que podrían vivir sin dinero, estarían siendo hipócritas, con ellos mismos primeramente y con los demás después. No nos engañemos, el dinero es una gran fuerza en nuestras vidas, cierto es que no hay nada más reconfortante que dedicarte a ese trabajo que siempre te ha gustado, pero claro está que su gran condimento es el sueldo, y cuanto más mejor (pobrecita la sal).

Así pues, el dinero no dará la felicidad, pero si que la quita. Curioso. Quizá piense que me contrarío respecto al otro día, y en cierto modo es así, pero es que no he podido dejar pasar criticar lo hipócrita de tan hilarante idea.

Y como colofón:

El dinero es una nueva forma de esclavitud, que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo”

Liev Nikolaievich Tolstoi


Navidad.


¡Época de júbilo y gozo, aparentemente inventada para reunirte con la familia y ser generoso y amable!
Todo parece de un color más suave y cándido en esta bella época del año, la gente, las luces, nacen buenas voluntades y altruistas sentimientos de los corazones y de lo más hondo de las gentes.
La belleza de espíritu parece solo poder aflorar en determinadas épocas del año, ¿por qué necesitamos de unas fechas determinadas para liberar nuestra parte más amable?

Esto podría hacerse perfectamente en cualquier época del año, y saliendo del tópico de que esto podría convertir el mundo en un lugar amable y humano (cuál barato anuncio de compresas), la intrínseca explicación de porqué no se hace durante todo el año es un interrogante difícilmente descifrable, recóndito y lejano, sabrá Dios (o el amigo imaginario de turno) el porqué.
Parece que da pereza y que tenemos una resistencia innata a la colaboración, puesto que el individualismo es mucho más factible desde el punto de vista de su gran e inexplicable comodidad.
Se podría colaborar siempre que se quisiese, para hacerlo todo mucho más cómodo y suave, pero parece ser que… no hay ganas.
En mi opinión, todo aquel que se deja llevar por este espíritu de forma tan sólo pasajera es un mentiroso, y no hay nada peor en el mundo que mentir.

Lo que tenía que llegar …

¡Ya llegó, al fin! Y ante nosotros se postra sonriente y pura, con sus mejores galas y deseos.
Me refiero sin duda, a la familia. Ese ente vivo formado por un número variable de personas, ese grupo adorable con el que se debe de ser, por unas incomprensibles reglas de cortesía, impuestas desde una omnipotente lógica que todos hemos de respetar, Amables (y en circunstancias normales quizá a más de uno mandases al carajo).

Muchas veces, todos nos encontramos ante la situación de:

¡Ey, primo tercero tirando por la derecha en el árbol genealógico, del que no conozco y no sé nada, ¿qué tal te encuentras?!

Y si no la has vivido, por lástima, estoy seguro de que no te cuesta nada imaginártelo.
Pero no entiendo por qué tengo que interesarme por un completo desconocido, cierto es que se necesita una mínima voluntad para establecer relaciones, esto es obvio. Lo que no entiendo es por qué este esfuerzo de comunicación es doble o triplemente obvio cuando se trata de un familiar, ¡¿pero a mí que más me da lo que le pase a Fulano o a Mengano?!
Quisiera poder decidir con quién debo o no estrechar mis lazos, esas irremisibles cadenas que nos precipitan a compartir tu vida con unas u otras personas, no, que como si de una mula vieja se tratara, me atrajeran tirando de unas riendas constituídas no por cuero, si no por “obviedad”.
Si tengo que apreciar a alguien quiero hacerlo por lo que es, no por quién es.


Dirigido.


No es la trayectoria de ningún proyectil, sino los modales.
Y no me refiero a esas odiosas palabrejas que indican una intención en cuanto a lo que dice el hablante.
Me refiero a los patrones de comportamiento.
Es curioso que en una sociedad tan avanzada y con tantísimos matices y puntos de vista sólo haya un patrón por el que comportarse, y, como es lógico, quien salga o escape de este patrón no es una persona “correcta”.
Así mismo, todos estos modales que tenemos que llevar a cabo por estas riendas sociales y que cumplimos como pobres ovejitas de un gran rebaño, ¿son realmente sentidas y queridas por todos nosotros?
Me refiero sencillamente a que la gran mayoría de estas pautas son un espectáculo ilusorio, puesto que las respetamos por una inercia y por alguna razón rara vez las quebrantamos.
Y bien, tomando lo ilusorio como irreal, y lo irreal como mentira … ¿no estamos mintiendo?


“Calidad”


Somos personas, Homo Sapiens Sapiens, todos estamos hechos de carne y hueso, y, según un hombre de larga barba llamado Darwin, provenimos de ese simpático animal que identificamos con el sustantivo de mono o simio. ¡Y hasta dicen que somos iguales ante la Ley!
Siendo así, con una esencia común igual, ¿en qué se mide nuestra calidad como personas?
Imaginemos la siguiente situación:

Un preso condenado a muerte (supongamos que condenado justamente de acuerdo con las leyes) y un ladrón de coches y una madre de familia se encuentran en un estado grave de salud y necesitan atención médica urgente. Pero la situación se complica un poco más (apretemos más la tuerca), no hay muchos recursos, por tanto: ¿qué merece cada cual y por qué?


Desde un punto de vista ético la que mejor obra de estos tres personajes es la mentada madre de familia, aún siendo los tres personas (recordemos el rollo de la carne y el hueso), ¿merece esta mujer, siendo igual a los otros dos, mayor y mejor atención?, ¿a ella haremos todo tipo de pruebas, pero… y a los otros dos?
El condenado, por sabiduría popular: “Algo habrá hecho”, por tanto, hmmm, ¿quizá solo una radiografía y analgésicos? Y qué me dices del ladrón de coches, ¿radiografía, resonancia, ecografía y antibióticos?
Pero, si todos somos lo mismo, por qué se hacen estas diferencias, ¿por qué se induce a la idea de que el condenado y el ladrón son peores que la madre amantísima?
Es, claramente, por la libertad de juicio con respecto a unos valores estipulados como correctos, pero, estos valores son demasiado variables y endebles, lo que es correcto aquí, está mal allí y viceversa. Y rozando el tópico (que hoy estoy tentando como un campeón), ¿por qué son mejores las normas de un sitio que de las de otro?
Se tiende a despreciar lo que no es común desde el punto de vista correcto, pero no siendo común lo correcto, no se tiene nunca una conclusión concreta, entonces, ¿a qué hay que aferrarse?, ¿a qué tren nos subimos?


Hedor…


El aire es el que nos trae los aromas, el que nos ayuda a que nuestro olfato perciba las fragancias de las que todo está compuesto, y, por lo general, al aire putrefacto se le llama hedor.
Hay un tipo de hedor concreto que es despreciable en toda su esencia, y este es el Aire de Superioridad. Se asocia el olor a azufre al Diablo (enemigo del famoso amigo imaginario), pero es que este es aún peor.
Este aire de superioridad, se sustenta en la nada, sencillamente en prejuicios y enunciados estúpidos de quienes son “superiores”.
Sustentándose en la nada, se alzan altivos, orgullosos, y, desde su punto de vista “superiores”.
Este hedor se subdivide en muchas y diferentes esencias, comúnmente llamadas prejuicios, los más estúpidos de los cuales son los que atentan contra otras personas, ya que siguen sin darse cuenta de que como dijo Tyler Durden en la película: “El Club de la Lucha”:

“No somos especiales, somos la misma mierda cantante y danzante en descomposición que todos los demás”


Quizá la radicalidad de esta frase no sea la más apropiada para defender este argumento, pero creo que hace que la idea circule perfectamente por nuestra conciencia (esa gran desconocida) por lo directa que es.
Pero a pesar de esto, ciertos colectivos siguen empecinados en su innata y legítima “superioridad” sin darse cuenta que representan lo más bajo existente en la sociedad, esa parte de la que nadie habla con orgullo, por un pacto silencioso constituido por sentido común. (ellos son ajenos a este, así les va).
Desafortunadamente, estos hediondos siempre seguirán existiendo, pero curiosamente hacen excepciones con ciertas personas. Es un dato curioso que los racistas no se muestren como tales ante gente con dinero, que sino fuese por las funestas posibles consecuencias, les susurrarías al oído: “Coño, que ese también es extranjero, ¿o es que queda exento de todo mal?”
No sé si consolarme o echarme a llorar por la existencia de tal “chaleco antibalas”.


Seres vivos.


Los seres vivos se definen como tales por diversas funciones, que a resumidas cuentas son:


-Nutrición.

-Reproducción.

-Relación.


La falta, ausencia o carencia de cumplimiento de una de estas tres, excluye a todo aquel que no las lleve a cabo de ser un ser vivo (y esto no lo digo yo, sino los biólogos).
Se define al ser humano como ser vivo. Ahora bien, hablemos de la marginación.
Todas las personas que se ven obligadas a vivir solas, por unos motivos u otros, ¿dejan de ser seres vivos?.
En muchas ocasiones se define al ser humano como un ser social, siendo una característica tan importante de nuestra especie esa función de relación; cierto es que estamos en contacto con el medio que nos rodea en todo momento, pero, siendo “seres sociales”, puesto que los seres humanos necesitamos de algo más ¿esta soledad, esta ausencia de relación impide la auto calificación por parte de estas personas como humanas?, ¿o aún peor, como seres vivos?


¿Un lastre?


Hoy toca relativismo, esa filosofía que da que la verdad depende solo del cristal con el que todo se enfoque.
Pero, si todo se viera de una misma forma, ¿no se acabarían las posibilidades demasiado pronto?
Esta pluralidad y multitud de ideas es lo que nos potencia y ayuda a cubrir todas y cada una de las posibilidades que existen con respecto a cualquier cosa. Si sólo siguiéramos un curso de acción las posibilidades acabarían tan limitadas que no se habrían alcanzado tantas cosas como hoy en día existen.

Por tanto, el mosqueo de Platón por la inexistencia de un algo irrefutable queda paliado por el grado de conocimiento adquirido.

Libertades.

Este es un presente otorgado por los Amigos Imaginarios, que nos permite circular y hacer lo que queramos, siendo muy diversas las consecuencias.

Es innegable que la libertad es un derecho, pero, ¿qué es lo que delimita este derecho?

Si la libertad fuese infinita, las consecuencias, como ya se ha visto muchas veces, podrían ser nefastas, pero el delimitarla hace que sea manejable y fluida.

Así que, ¿qué límites nos permiten disfrutar de la libertad?

Están los límites mentales, auto impuestos por la conciencia de cada cual, que nos designan, según nuestros ideales lo que está bien o mal, pero siendo un límite tan subjetivo, podría decirse que no es un límite válido.

También está la Ley, que vela por la seguridad, comodidad y bienestar de los ciudadanos, aunque en ciertos países existen leyes cuestionables, como las que aprueban y hacen válidas penas de muerte, y también otras medidas de cuestionable índole ética.

También hay muchas otras formas de limitaciones diversas, que aún siendo represiones apoyan la libertad.

Así pues, la libertad puede presentarse como un arma de doble filo, que usada de una forma correcta y respetuosa puede ser la clave para progresar, o también el impulso hacia el declive.

Amiguitos.

Tiempo de hablar de esa gran presencia universal, de esos Amigos Imaginarios que poseen incluso un séquito de seguidores aduciendo al nombre de su orden, la Religión.

Desde siempre, el hombre ha sentido dudas inexplicables hacia todo lo extraño y complicado en apariencia; ahora bien, dio explicación a estos sucesos usando como medio seres superiores que originaban éstos.

Lejos de conformarse con esto, los sacerdotes religiosos promovieron unos códigos de comportamiento que permitieran un acercamiento a ese Dios, tratando de hacer prevalecer los valores que éstos promovían. Están desde las grandes religiones a las minoritarias que se dan en pequeñas etnias o aldeas, más vinculadas a la naturaleza que al hombre.

Ahora bien, esta fuerza suprema es todopoderosa, y por tanto es capaz de hacer todo lo que le venga en gana, puede hacer lo que quiera, desde premiar a sus lacayos a condenarlos en pos de la conservación de su Dogma (o collar antipulgas contra malas acciones), tratando así de guiarlos por el camino recto (con respecto a sus ideas, claro está).

El contrapunto de esta idea es que podría usarse en contra del borreguismo universal, fuerza muy arraigada en nuestro tiempo; de todos modos, muchos de los ideales de justicia, bondad y honestidad podrían promoverse de una forma sanísima sin la reclusión que en ocasiones comprenden las religiones en muchos aspectos, pues sus raíces siguen demasiado ligadas a unos tiempos en los que existía una sociedad muy diferente de la actual.

Potencial.

La palabra potencial suele usarse con la denotación de algo que en un momento dado puede desarrollarse y dar lugar a algo más grande e importante.

Hablemos del potencial de una vida, y de la probabilidad de reprimir este potencial, el famosísimo y cuestionado aborto.

Condenado por mucha gente por considerarlo un asesinato, ya que niegas la existencia de una persona (o futura persona) y eliminas completamente su posibilidad de vivir.

Para otros muchos el aborto es la salida al calvario del embarazo no deseado, del accidente imprevisto y también de criar a un niño.

¿Pero qué es más correcto, respetar una vida o eliminarla antes de que se vea consumada?

Durante los primeros meses de embarazo, el feto no siente nada, es solo un punto, pero a partir de cierto espacio de tiempo empieza a relacionarse con el medio, y es cuando empieza a percibir el mundo en el que se encuentra, pero aún no tiene conciencia de sí mismo siquiera, no posee la capacidad de raciocinio de la que tanto presume el hombre.

Siendo así, si no posee aún las características que definen al hombre como tal, ¿el feto es inválido ya que no es completamente humano?

La libertad de expresión.

Hoy he estado reflexionando sobre este derecho universal, inquebrantable e impepinablemente correcto.

A pesar de esto se le meten tales patadas a este derecho, que creo que incluso para la preservación del nombre de éste quizá debiera incluso abolirse, por la burla y mofa que se hace de él.

Hay varios ejemplos actuales; quizá el que más repercusión ha tenido ha sido el de la Familia Real, que debiera ser ejemplo para el resto de los ciudadanos y hacer prevalecer estas medidas por encima de todo, y aún así censuraron y taparon las caricaturas de Felipe y Leticia.

Otro es el de Ramoncín con la página web de alasbarricadas.com, cerrada por “afrentas al honor” contra el ya mentado personaje. ¿Pero cómo puede esperarse un personaje público, que expone y muestra su vida a los demás que no se viertan críticas sobre él o su entorno? Y aún es más, enfadarse y volver a la censura, esa tan criticada años atrás, pero claro está, que si un arma se torna en tu favor nunca será tan mala como lo era antes, pues esto es el tópico de siempre, valores fomentados para ser reprendidos de forma inverosímil.

Past.

Es curioso cómo cambia nuestro enfoque con respecto a los problemas pasados, es decir, cómo cambia nuestra forma de ver el mundo a partir de unas determinadas épocas de nuestras vidas, cómo, si miramos a la sombra irremisible del pasado, ésta unas veces se torna burlesca y otras ridícula. Ya que nuestra evolución personal exige un cambio, un constante cambio para dirigirte hacia delante.

Sería curioso hacer un registro de las interpretaciones de la vida y del mundo a partir de ciertas edades. Primero a los 18, luego a los 30, ya salidos del cascarón, otra a los 50, bien inmersos en el ritmo de vida y finalmente a los 70, disfrutando de un retiro merecido.

En realidad nosotros no somos dueños de nosotros mismos, lo es el tiempo, el tiempo es un irremisible impositor que nos empuja hacia un lado o hacia otro, que nos hace cambiar completamente nuestros esquemas en función de lo vivido.



10.2.08

El Mar

Me encanta sentarme frente al mar y mirar cómo las olas vienen y van como la vida misma. Es una sensación que me llena de paz y serenidad y en el crepúsculo de la tarde, cuando el mar y el cielo se funden, me recuerda a los abrazos de mis amigas cuando nos reencontramos.